domingo, 11 de abril de 2010

EL MAESTRO Y SU EXPERIENCIA CON DIOS

No se pueden compartir experiencias que no se hayan vivido. Teóricamente el maestro puede explicar muchas cosas, pero, solamente puede impactar en la vida de sus alumnos cuando respalda la teoría con experiencias personales.
Para el maestro cristiano, el nuevo nacimiento es su primera y gran experiencia con Dios. Para poder enseñar, tiene que ser salvo y lavado de sus pecados por la sangre de Jesucristo y debe haber obedecido plenamente el mandato en Hechos 2:38: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”
Es sumamente importante ser lleno del Espíritu Santo. Hay tantas cosas que quieren ocupar lugar en nuestro interior y nos invaden, a menudo, pensamientos de diversa índole, mayormente negativos. Por ello, necesitamos la llenura del Espíritu Santo, para que las cosas del mundo no hallen cabida. El egoísmo, la envidia, la hipocresía, y tantos más, tendrán que dar media vuelta a la puerta del corazón, pues ya estará ocupado por el Espíritu del Señor.
El maestro que abre su vida al Señor, producirá el fruto del Espíritu Santo y podrá respaldar su enseñanza con experiencias reales. Me duele decir que, hay muchos maestros que enseñan la Biblia, sin gozar de una relación personal con Dios. Son “ciegos guías de ciegos”, como lo expresa Jesús en Mateo 15:14 como resultado, tanto el maestro como sus alumnos, caen en el hoyo.
Pablo podría afirmar: “Yo se en quien he creído” (2 Ti 1:12). Esa firme fe en el Señor y Su Palabra, debe caracterizar a cada maestro; no sólo delante de sus alumnos, en un día domingo, sino cada día de la semana y en cualquier situación o lugar. Jesucristo dijo: “Vosotros sois la luz del mundo, una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Mt. 5:14-16.

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Dejad venir los niños a mi y no se los impidais porque de los tales es el reino de los cielos

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